Juan volvió a sonreír y volvió a apuntar, diciendo:
-A la mano izquierda…
y así fue: la mano izquierda quedó destrozada. El indio, descubierto en su juego, … comenzó a pedir socorro a grandes voces y a maldecir a su asesino….
-Para que calles…
el indio calló inmediatamente, como por ensalmo, llevándose a la boca las manos semimutiladas y sangrientas. El tiro le había destrozado la mandíbula inferior. Y así fue hiriéndole el terrible illapaco en otras partes del cuerpo, hasta que la décima bala, penetrándole por el oído, le destrozó el cráneo.
Estos son fragmentos del cuento corto «El Campeón de la Muerte» del escritor chiclayano Enrique López Albújar, que ni Corbucci, y ni Leone habrían sido capaces de transcribir, debido a su brutalidad, al lenguaje del celuloide en alguno de sus Spaghetti Westerns.
Quizá el sadismo y los pocos miramientos de Ruggero Deodato lo habrían logrado. Quizás.
Si hay algo que personalmente me enerva de muchos «indigenistas» es su fútil intento de pincelar la realidad del hombre del Ande con una burda brocha de pintura rosa.
Por el contrario, Roncagliolo y Albújar (ambos escritores peruanos) arrojan luz sobre aspectos de la vida en los Andes que normalmente jamás aparecerían en el imaginario de muchas personas políticamente correctas
En «Abril Rojo», por ejemplo, el personaje principal, el fiscal Félix Chacaltana, epítome del burócrata perfecto, se ve forzado a hacer de investigador policial para hallar al responsable de varios brutales crímenes, que van desde personas quemadas vivas hasta el desmembramiento, en un pueblo de Ayacucho, dónde la heridas de la terrorífica época de los 80s y 90s aún permanecen abiertas.
Por otro lado en «El Campeón de la Muerte», se nos narra la historia de un viejo hombre, cuya hija es descuartizada por un pretendiente de ella. En venganza, él «contrata» a un efectivo asesino a sueldo para que balee de manera lenta y explosiva, cada extremidad del cuerpo del culpable, hasta dejarlo como un estropajo de carne, sangre y cartílagos arrancados.
¿Se supone que los dos autores peruanos citados son unos racistas por no adecuarse a la imagen del indígena amable, acogedor e ingenuo?
De ninguna manera intento dar rienda suelta al sueño húmedo de muchos hispanistas, diciendo que los españoles «nos civilizaron» y tampoco voy a caer en el repugnante racismo conspiranoico de que la maravilla hidráulica de Tipón, las fascinantes líneas de Nazca y el majestuoso Machu Picchu; fueron obras de los alienígenas, pues según algunos, cito con asco, «los indios jamás podrían haber construido tales maravillas debido a su intelecto».
Lo que yo intento es dejar en claro que toda etnia o pueblo, por más avanzado que sea tecnológicamente, siempre va a ser capaz de la más pura crueldad.
La verdadera crueldad es progre, y abierta a todas las culturas y colores de piel. No hay distinciones para ella, cuando desea anidar en el corazón de cada ser humano.
Rousseau se equivocó rotundamente con su tesis de que la sociedad pervertía al individuo. El individuo y la sociedad siempre llevaron consigo el «gen del mal». Solo lean acerca de los hallazgos de las primeros grupos tribales sobre la faz de la tierra. Sus batallas eran desgarradoras. Testimonio sangriento de que el ser humano desde sus inicios, siempre tuvo una inclinación al la violencia, sea por fines prácticos o puramente recreativos.
¡Solo miren el Yawar Fiesta! ¿Qué civilización tan bruta ataría a un cóndor al lomo de un toro?
Pues, es esa civilización tan bruta que nos dio las más grandes maravillas en ingeniería, arte, y folklore.
¿O acaso nos olvidamos que alguna vez los romanos se divertían en los anfiteatros?
Despojar a una etnia de su potencial destructivo es en principio igual de racista que esterilizar paternalmente a alguien de una «cultura inferior».
La sangre es del mismo color debajo de cualquier piel, por más clara u oscura que ésta sea.
Radwulf
06/07/2019
A leer:
– https://www.smithsonianmag.com/science-nature/ancient-brutal-massacre-may-be-earliest-evidence-war-180957884/
– http://elbuenlibrero.com/el-campeon-de-la-muerte-enrique-lopez-albujar/