Repudiada por muchos, adorada por pocos. Hoy quiero insultar a los dioses y revisar el refrito hollywoodense del clásico de Godard. ¿Es acaso mucho mejor que la original?
Nadie puede negar la revolución que À bout de souffle encendió en el cine. Los jump-cuts de hoy no existirían en las películas que vemos en las salas, si Godard no hubiera hecho esta película. Sin embargo dejando de lado la innovación visual y el mérito de haber rodado un largometraje con un presupuesto pequeño, tengo que decir que Jean-Paul Belmondo no tiene ni una sexta parte del carisma de Richard Gere en el remake del 83. No me malentiendan, Belmondo funciona magníficamente en películas como Rufianes y Tramposos (1984 Dir. Henri Verneuil), donde por ejemplo, encarna a un pícaro soldado de la legión extranjera. Yo adoro a Belmondo en esa película y no creo que otra persona en el hexágono europeo podría haberlo hecho mejor que él.
Sin embargo, el personaje de Michel en la famosa película de Godard, me fue completamente indiferente. Ya de por sí, es muy difícil simpatizar con un rufián que mata a un policía. Ahora con Belmondo en la pantalla, esto se vuelve una tarea casi imposible. Durante la hora y media que duró la película solo quería que Michel fuera acribillado de una vez. Su objetivo de huir con la chica a Roma me daba completamente igual y su mera existencia en el universo parisino de finales de los 50s, no era nada más que una nota al final de página de mi percepción.
Esto es precisamente el punto clave que diferencia al remake del mismo nombre (1983 Dir. Jim McBride) del clásico en blanco y negro. En el remake tenemos a Jesse Lujack (interpretado con excelsitud por Richard Gere), un joven romántico con una pasión por los comics y la sub-cultura rockabilly.
Si en la del 60, el protagonista le pega un tiro al poli para luego pirarse; en la del 83, podemos visualizar el remordimiento en la cara de Jesse por haber actuado impulsivamente y así haber herido a alguien. Este ejemplo funciona de sinécdoque para iluminar los más grandes defectos de la original. Mientras que el personaje de Michel solo es el de un delincuente de poca monta, el de Jesse es el de un tragicómico romántico empedernido.
Richard Gere -en contraste con Belmondo- desborda carisma en cada fotograma de la película, haciendo, por ende, a Jesse Lujack un personaje muy próximo a la audiencia.
¿Y cómo no olvidar los momentos cuando él baila? La vulnerabilidad del protagonista se muestra por medio de la danza y la música como herramientas de escapismo hacia un mundo de la imaginación. Su filosofía de todo o nada emana de todos sus gustos en la cultura pop, desde los comics de Silver Surfer hasta la música de Jerry Lee Lewis. Jesse Lujack es el héroe que todos queremos que triunfe, pues es el epítome de nuestro imaginario colectivo: una persona llena de valentía y ternura.
El final de la del 83 supera cualitativamente a la de Godard, pues quizá no he visto en toda mi vida un final tan sublime como aquel del remake. El conflicto emocional por el que pasa Mónica Poiccard (interpretada por la guapísima Valérie Kaprisky) combinado con el optimismo trágico de Jesse, me llevó casi al borde de las lágrimas.
Otra de las razones por las cuales el remake es superior a la original, es por el interés amoroso del protagonista. En la original nunca estuvo claro para mi, porqué Patricia traiciona a Michel. Es más, toda la escena de la revelación final en la original es sosa y débil. Por el contrario en el remake, el personaje de Mónica es retratado como alguien que busca seguridad y estabilidad en su futuro. Aunque está enamorada de Jesse, ella sabe que no puede tener un futuro con él y, por ello, se ve obligada a tal alevosía. Uno vive en carne propia el dolor de Jesse cuando su amada le revela que ha llamado a la policía. Este conflicto emocional está completamente ausente en la original o, al menos, se siente como irrelevante.
En conclusión, aunque reconozco el mérito revolucionario de la original, el remake es la mejor película sin lugar a duda. ¿Las actuaciones? Impecables. ¿La banda sonora? Precisa. ¿La historia? Ejecutada a la perfección. Sé que mi opinión va a herir las sensibilidades de ciertos cinéfilos que quieren mantener a la del 60 en su panteón de intocables. Lo siento mucho, pero a pesar de la significancia artística de la de Godard, la del 83 tiene un lugar en mi corazón y por propio mérito.
Véanla.
Radwulf
13.03.2022