¿Se debería cancelar a la paisana Jacinta? La odies o no, todos nos hemos matado de risa con el célebre personaje creado por Jorge Benavides, que sería algo así como la versión peruana grosera y vulgar de la mexicana “India María”. La eterna amante del Wasaberto ha sido la reina de la comedia en las pantallas chicas de los peruanos durante buena parte de la década de los 2000.
Hace unos años se acusó a esta figura de racista y con motivo de ello incluso escribí un artículo defendiéndola.
Sin embargo, hoy no pretendo hacer lo mismo. Leyendo los comentarios en distintos foros respecto a este tema he encontrado dos posiciones: Por un lado tenemos a aquellos que alegan racismo en el personaje contra las personas de la sierra y por otro lado tenemos a aquellos que defienden el humor en sí mismo sin importar lo ofensivo que sea.
Este antagonismo binario me ha hecho dar cuenta que muy pocas personas ven una tercera alternativa en esto. Una tercera alternativa requiere nuevas herramientas de análisis. En otras palabras, vamos a encontrarle la quinta pata al gato con el uso de gafas anti invisibilidad y para ello he hallado cuatros aspectos del humor: dos de ellos se relacionan al aspecto estatal, burocrático y social y los otros dos están generalmente atados al ámbito privado e íntimo. Yo sostengo la tésis, que una vez que comprendamos estos aspectos podremos diseccionar mejor el caso de la controvertida serie televisiva de Jorge Benavides. Aquí presento,
el aspecto
- Revolucionario,
- Opresivo Estatal,
- Juguetón Feral y,
- Humillante Jerárquico …
… del humor.
- El Aspecto Revolucionario
Este aspecto es tocado en la novela más conocida de Umberto Eco: El Nombre de la Rosa.
La trama toma lugar en un monasterio medieval donde dos monjes luchan para hacerse con el segundo tomo perdido de la Poética de Aristóteles, que supuestamente es una defensa de la comedia y el humor en contra de los absolutos.
Mientras que un monje (Guillermo de Baskerville) quiere hacerse con este tomo para que su conocimiento sea compartido al resto de la humanidad, el otro monje – un anciano cucufato, autoritario y dogmático – quiere esconder la obra de Aristóteles y, en el peor de los casos, destruirla.
¿Por qué? Porque el humor destruye estructuras autoritarias, pues gracias a él, el estatus quo es puesto en cuestión. En otras palabras, el humor es aquel que deja desnudo al rey.
- El Aspecto Opresivo Estatal
Este es uno de los aspectos que Zizek hace referencia. En un comentario que él escribió respecto a la mencionada novela de Eco, él cuestiona al humor como elemento revolucionario.
“Lo que perturba en El nombre de la rosa, sin embargo, es la creencia subyacente en la fuerza liberadora y antitotalitaria de la risa, de la distancia irónica. Nuestra tesis aquí es casi exactamente lo opuesto a esta premisa subyacente en la novela de Eco: en las sociedades contemporáneas, democráticas o totalitarias, esa distancia cínica, la risa, la ironía, son, por así decirlo, parte del juego. La ideología imperante no pretende ser tomada seriamente o literalmente. Tal vez el mayor peligro para el totalitarismo sea la persona que toma su ideología literalmente —incluso en la novela de Eco, el pobre Jorge, la encarnación de la creencia dogmática que no ríe, es ante todo una figura trágica: anticuado, una especie de muerto en vida, un remanente del pasado, y con seguridad no una persona que represente los poderes políticos y sociales existentes”.
- Slavoj Žižek (1992). El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI. ISBN 9789682317934.
Simplificando las ideas presentadas en esta cita, el aparato estatal (democrático o incluso totalitario) necesita del humor para poder mantenerse en pie. Para acercar esto a la realidad peruana (o latinoamericana en líneas generales), ¿no son acaso las constantes burlas del peruano promedio respecto a su gobierno de turno una forma facilona para liberarse de su frustración y asimismo quitarse de encima la responsabilidad de llevar a cabo algún cambio político en su país? ¿No es acaso nuestro humor cínico un elemento esencial del status quo?
En otras palabras: “ríete, pero no hagas nada”.
- El Aspecto Juguetón Feral
En sus etapas más tempranas, todos los animales depredadores acostumbran a pelear juguetonamente entre ellos, dándose leves mordidas y simulando peleas reales. Es como un entrenamiento para la vida adulta frente al peligro in natura.
Entre los humanos también jugamos a las “mordidas” físicamente (en la niñez) y verbalmente (sobre todo en la etapa adulta). Estos juegos son reflejo de las relaciones más íntimas entre nosotros.
Como es mencionado por Zizek, la corrección política de hoy, aunque intenta patrullar nuestras interacciones sociales para protegernos los unos de otros, lo único que termina haciendo es enfriar el contacto humano, anulando cualquier posibilidad de auténtica hermandad.
Déjenme darles un ejemplo: Tienes a un negro y a un judío. En un principio ambos cuidan sus palabras para no ofender al otro. Sin embargo el velo de tal censura, no deja que la conversación fluya.
Entonces el judío se aventura a hacer un chiste racista. El negro se ríe y procede a soltar un chiste anti-semita. Cuatro chistes después y ambos están compartiendo chelas y matándose de risa.
¿Cómo es esto posible?
La intimidad en la amistad sólo puede suceder bajo un grado de obscenidad. De otra forma es imposible lograr un verdadero acercamiento humano. Este juego de mordidas juguetonas solo puede funcionar bajo un contrato tácito e implícito que inconscientemente firman todos los participantes: “Yo sé que las bromas que haces son solo bromas y tú sabes que las bromas que hago son solamente eso… bromas. Yo te aprecio y tú me aprecias. Burlemonos de los estúpidos clichés racistas y clasistas en los cuales la sociedad nos ha metido, porque no nos importan”. Solo así podemos mordernos sin enterrar los dientes de verdad.
- El Aspecto Humillante y Jerárquico
Hace tiempo, en los círculos en que me movía en Perú ( y creo que en todo el país) existía en el imaginario colectivo el ideal de una persona capaz de lanzar los comentarios más mordaces sin sentir aflicción alguna ante los ataques verbales vertidos por sus contrincantes contra su persona, madre, hermana, abuela o bisabuela. Afilado como un cuchillo y frío como el hielo, ese era el héroe sin nombre que todos anhelaban y que creo que hasta el día de hoy muchos en Perú anhelan ser.
Tenía tres amigos: Alessandro, Bosco y Lara. Los tres – como era de esperar- eran fanáticos de este héroe sin nombre, capa o decencia, pues acostumbraban a apuñalarse mutuamente por medio del humor. Uno se metía con la hermana del otro, el otro usaba a la madre y la otra ponía en cuestión la masculinidad de ambos. Un cague de risa, lo admito. Y en general este tipo de humor suele afianzar las amistades, pues siempre hay un acuerdo implícito. El problema era que ninguno de los tres lo había firmado. Eran tantos los insultos disfrazados de bromas que entre risas lo único que pensaban que se odiaban a muerte.
Aquí lo curioso era que estaba prohibido decir “Córtala, esto ya no me gusta”. Si hacías eso de inmediato te decían “Oe, relaja el clítoris. Es una broma”.
Un día la Lara pensó – por alguna estúpida razón que su única neurona produjo – que podía hacer lo mismo conmigo. No voy a entrar en detalles, pero simplemente no le funcionó y yo terminé con nuestra amistad después de haberla enviado a la concha de su madre.
Tiempo después me enteré que su padre había fallecido durante la pandemia. Bosco me contactó y me aconsejó que la llame para darle mis condolencias. Le respondí que no lo iba a hacer y le expliqué la razón de mi encono con ella. Él me dijo “Man, ¿en serio te intentó agarrar de sonso? ¡Deberías haberme dicho! Yo sé acerca de lo mierda que le ha ido con sus exes. El punto débil de ella es su triste vida amorosa”.
Yo pensé para mi mismo “¿Qué carajos? ¿Esas son las amistades que tienes?”.
Ese es el otro lado de la moneda del aspecto juguetón feral del humor. En este caso, no se trata de intimar en la amistad, sino de someter al otro por medio de la humillación y establecer dominio. Se trata de un juego patológico de poder. Bajo la excusa de que “solo es una broma” puedes meter los cuchillazos que quieras y dar plausibilidad a tu aparente inocencia.
Ese es el humor que comúnmente observo en la sociedad peruana. Es el humor burlón simplón que nos caracteriza. Si hay algo que he aprendido de eso, es hacer el pare inmediatamente en esas situaciones.
Conclusión
Creo que he dado cuatro herramientas para poder diseccionar mejor a la figura de la paisana Jacinta. Si tal personaje debería ser cancelado o no, se lo dejo al lector del artículo.
Por mi parte, la solución que yo he encontrado se remite a una historia. Hace muchos años en Hollywood, Louis Meyer – el fundador de la Metro Goldwyn Meyer – estaba en una conferencia de prensa. De repente uno de los presentes se quejó ante él, de que usaban muchos estereotipos en sus películas. En vez de disculparse por ello, después de la conferencia, el señor Meyer fue a la oficina de guionistas y exclamó a sus trabajadores: “¡Señores! ¡Necesitamos urgentemente MÁS estereotipos!”.
Al igual que Meyer yo digo lo mismo, si ya tenemos a la paisana jacinta y al negro mama, ¿por qué no popularizamos la figura del pituco blancón?
Yo me imagino la figura del American Psycho peruano: Un tipejo que recién ha salido del Markham. Alguien con un oscuro apellido europeo y que se cree la última chupada del mango. Quizá se llamaría: Alek Doofmann, el tarado que pasa sus vacaciones en Asia, que ha votado por Aliaga y que cree que uno es pobre porque quiere.
Sería un huevón que diría frases como “me llega al pincho tu lente, cholo de mierda”, “mata un cholo y planta un árbol”. Su vocabulario florecería en palabras como “alucina”, “manyas”, “broder”, “vibras”, etc.
¿Tú eres pituco?, tres años después | Universidad del Pacífico – YouTube
Si no tenemos a Alek Doofmann, con justa razón, los representantes de las comunidades indígenas en Perú se van a quejar de la existencia de la paisana Jacinta. Sin Doofmann, el humor de la paisana jacinta es humillante y opresivo, pero con él, es igualitario, justo y hasta revolucionario.
Si vamos a burlarnos del estereotipo de la mujer andina, burlemonos también de las parias de la clase alta limeña. En este caso yo planteo una aproximación más inclusiva al problema y, al igual que Meyer, digo: “¡Necesitamos urgentemente más estereotipos!”.
Escrito por Raúl A. Valero Chávez
03.12.2023
No había pensado en eso. Claro es fácil y cómodo coger de punto al que no puede defenderse ; pero si se hiciese tal cosa con la gente Nice como dicen sería diferente.
Un comentario excelente y fuera de contexto. Claro, lo más fácil sería decir se retira o no se retira La Paisana Jacinta, pero un análisis más cesudo y correcto, es tener en consideración que tiene muchos matices y un ramillete de puntos de vista. Totalmente de acuerdo con el comentario de Raúl, felicitaciones y un fuerte abrazo.
Hay para todos los gustos depende de la óptica con que se vea humor es humor ☺️