¿Hay alguna alternativa en la derecha que no haya sido contaminada por los intereses de la CONFIEP?
Se supone que la derecha debería incrementar el gasto público para elevar la productividad de sus ciudadanos y mejorar sus salarios para incrementar su capacidad adquisitiva. Dinamizar la economía con más dinero en el juego.
La derecha debería ser la primera en escribir el ADN constitucional del país para empujarlo de productor de materias primas a país industrializado.
Sin embargo desde hace dos décadas no ha habido nada más que silencio y complacencia con los doce apóstoles de la economía peruana, bajo el mando de la CONFIEP.
Ahora en el congreso tenemos a dos facciones radicales, sentadas en sus curules. Por un lado, el vientre de alquiler parasitado por los etnocaceristas y por el otro, al frepap de los radicales religiosos.
La derecha que fervientemente luchó por la libertad de poder monopolizar el mercado, electrocutar a sus trabajadores o rostizarlos en containers; ha finalmente parido a estos dos retoños bastardos.
No me sorprende.
Ambos grupos quieren regresar a un pasado a la medida. A un pasado tan añorado por la mayoría de peruanos. A aquel pasado inmaculado de influencia europea. Los del Frepap los consideran el pueblo elegido. Los etnocaceristas, la sociedad perfecta.
El imperio inca.
En ningún otro país, he encontrado una leyenda blanca tan arraigada en el subconsciente de sus habitantes cómo en el Perú. Todos sueñan con un día vivir bajo los principios del ama llulla, ama sua y ama quella.
Un paraíso, sin robo, vagancia y mentira.
Por ello, a pesar de los constantes saltos a la ley, el peruano anhela -como un codicioso y psicópata agente de bolsa de Wall Street- ser seducido por una rubia mujer vestida de cuero negro, con latigo y tacos punta aguja; que lo someta y lo discipline.
El problema es que tantos años de desorden han empujado al peruano a ya no solo desear a una dominatrix mandona, si no también la figura cliché del hombre negro (o cholo) alto y de pene bulboso dispuesto a violarlo.
Pues al fin y al cabo -con o sin leyenda blanca- así funcionaba el imperio inca. Con reglas tan crueles como el genocidio de poblaciones enteras, el desollamiento de los enemigos para la fabricación de tambores y los sacrificios de niñas a dioses arcaicos. Así se tenía a una población de cabeza baja y mirada rastrera, que vivía bajo el miedo constante de la implacable ley inca.
UPP y el Frepap podrían ser el primer capítulo de una vuelta a un falso atrás. Pues, bajo el lema de que «en el pasado fue mejor» tendremos un «en el futuro será peor».
Gracias criollos y cholos mercantilistas. Gracias Club Nacional. Gracias Confiep.
Ustedes han vuelto a trazar, una vez más, -aunque accidentalmente- el sendero luminoso a una retorcida pesadilla de sangre.
Espero que me equivoque y que el despertar sea lo más rápido. Eso espero.
Radwulf
08.02.2020