Si hubiese sido chanka, probablemente le hubiese destrozado el cráneo a un soldado inca; si hubiese sido godo, habría violado a una ciudadana romana; y si hubiese sido un conquistador andaluz, probablemente hubiese matado a un noble indígena para luego casarme con su hija. ¿Hubiese obrado de una manera correcta? ¿Algún antepasado mío hizo eso?
Responder a la segunda pregunta es más fácil que a la primera, aunque podré hacer mi mejor intento con esta.
Si yo hubiese sido un bárbaro germánico del siglo VI, el fin de mis acciones habría sido mi supervivencia y la de mis próximos.
Mis medios de subsistencia sería el asalto de indefensos y el robo de sus alimentos. Desde temprana edad tendría que aprender a usar la espada, el escudo, y el arco. Es probable que incluso haya tenido que servir en el ejército romano.
Mi comprensión de lo bueno y lo malo, supongo que sería muy reducida. Una vida dura, llena de penurias y peligros; probablemente reduciría mi lína de visión moral.
Todo lo juzgaría de acuerdo a:
- Lo que es bueno para mi.
- Lo que es bueno para mi tribu.
Creo firmemente que el objetivo de un sistema moral es asegurar la paz y prosperidad, y en líneas generales, la felicidad. El sistema moral de nuestros antepasados probablemente era muy simple, por lo que muchas acciones, ante las cuales hoy nos quedaríamos horrorizados, en la antigüedad eran normalmente aceptados.
Hoy en día la aldea global está tan interconectada que la paz mundial en la actualidad es un tema importante. Sin olvidar los conflictos en Siria y en otras partes del mundo, la paz es cada vez más común en comparación a siglos pasados.
Para muchas más personas la oscura realidad de las guerras, son cosas inexistentes. Por lo tanto si la muerte es tan lejana y cada vez vivimos más, nuestro código moral variará de acuerdo a ello.
Tales circunstancias son fundamentales para el comportamiento social.
Sin embargo la pregunta surge: ¿qué tan relevantes son esos valores de nuestros violentos antepasados hoy en día?.
La verdad no mucho, pero si hay algo que se mantiene en principio es el fin de ellos: La felicidad social.
Hubo un tiempo en que las grande potencias europeas competían entre si, porque se creía falsamente que el declive de una significaba el ascenso de otra. Las relaciones internacionales han evolucionado hasta tal punto que hoy se considera que el ascenso de una civilización puede ser una ayuda para otras, así como el declive de un estado X puede propiciar pérdidas a otros países.
A pesar de esta «mejora» en nuestro mundo, la historia no es necesariamente un fenómeno lineal. Por ejemplo en el pasado las zonas más ricas, cultas y maravillosas; hoy son centro de cultivo de agrupaciones parasíticas terroristas como el Daesh. Mientras que en el continente en que la ignorancia, el oscurantismo y la falta de higiene reinaban, hoy son los mejores lugares para vivir.
Nadie sabe como será el futuro. Uno solo puede estar seguro que el reloj seguirá ticktackeando.