La semana pasada conocí a un andalú en un encuentro de intercambio de lenguas. Este español sureño había viajado por Sudamérica y estaba trabajando en una refinería de REPSOL en las afueras de Lima. Tiempo atrás había vivido también en Chile. Lo gracioso, a la vez trágico, es que él había llegado durante la celebración nacional chilena de su independencia de España.
Podéis imaginaros la tan mala suerte que uno puede tener de ser español en el momento políticamente más incorrecto. Como era de esperarse, a pesar de ser bienvenido por los jóvenes, todos los abues y señores seniles le dieron una recepción muy fría. Horrible, ¿verdad? Lo peor de todo es que ni siquiera le preguntaron de donde venía… su ceseo constante no hizo más que revelar su identidad nacional.
Gracias a Dios, que ese tipo de situaciones son raras o casi inexistentes en Perú. Todos los españoles que he conocido aquí están más felices que una lombriz. Literalmente se han adaptado a nuestro país y cultura, porque cabe decir (aunque le duela a muchos latinoamericanos) que nuestra forma de ser la hemos heredado de España. Si no me creen… ¿en qué puñetera lengua estáis leyendo vosotros este artículo?
Ahora, una y otra vez, escucho las mismas sandeces de llamar a la República del Perú el país inca o a los Estados Unidos Mexicanos el país azteca. ¡No tiene sentido! Pero, ¿por qué? dirán muchos.
Porque ni los peruanos ni los mejicanos son incas ni aztecas respectivamente. Yo viví un año en un país extranjero y si es que sabéis vosotros lo que es estar en un lugar con diferentes costumbres, diferente lengua y, en total, con una cultura diferente; imaginaos cómo sería vivir en territorio peruano durante la época incaica. Os llamáis a vosotros mismos incas pero no veo a ningún huevon dispuesto a sacrificar niñitas de 13 años sobre los cerros.
Saco este tema a la luz porque a pesar de que muchos de nosotros no tendríamos una actitud xenófoba con un peninsular, cada vez que nos sentamos en la cevichería y luego de un par de cervezas nos quejamos de que los españoles nos invadieron. Y de ahí sale la típica de: los españoles eran brutos analfabetos, los españoles metieron la corrupción en Perú, se llevaron todo el oro, etc. y otras tonterías que se dicen.
Pues claro que varios españoles fueron crueles y cometieron actos repulsivos, pero juzgar a todas las gentes de allá de esa manera es harina de otro costal.
Ayer me contaron una anécdota muy interesante. Resulta que en una conferencia de psiquiatría en Lima, un profesional español vino a dar unas palabras, cuando de repente un individuo del público le espetó “¿Qué hace usted aquí? Si sus ancestros vinieron aquí a saquear y robar por todos lados. Los españoles son ladrones.” Ni corto ni perezoso, el psiquiatra español le respondió con otra pregunta. “Perdone, pero antes de seguir esta discusión con usted. ¿Podría decirme como se llama?”. Y él le dijo “Me llamo Rodrigo Díaz Donoso”.
“Muy bien, como puedo ver no solo usted tiene nombre y apellidos españoles pero además, para colmo de males, usted es de piel clara”. Lo cual sí era cierto, irónicamente este señor también tenía ciertos rasgos europeos mediterráneos a pesar de ser peruano. Con esto el español prosiguió, “La diferencia entre usted y yo, es que mis antepasados se quedaron en España mientras que los suyos tomaron el primer barco y saquearon estas tierras. Y además… se quedaron. Así que si usted no tiene nada más que decir me gustaría poder seguir este conversatorio”.
Y así lo dejó calladito y en su sitio.